Me mojo.
Sinceramente, creo que la única forma real de que algún día haya paz en esa región es que existan dos Estados de verdad: Israel y Palestina, cada uno con sus fronteras claras, seguras y reconocidas. No veo otra salida que no sea esa.
También pienso que Jerusalén no puede ser “propiedad” de nadie. Es una ciudad con un valor espiritual enorme para judíos, cristianos y musulmanes, y por eso debería tener un estatus especial, internacional, que garantice el acceso y el respeto a todos sus lugares sagrados. Usar Jerusalén como arma política siempre termina mal.
Otro punto para mí clave: el terrorismo es injustificable, venga de quien venga. Masacres como las del 7 de octubre de 2023 no tienen ninguna excusa posible.
Al mismo tiempo, entiendo que Israel tiene derecho a defenderse, como cualquier país. Pero ese derecho tiene límites. No todo vale. Defenderse no es lo mismo que arrasar barrios enteros o castigar a toda una población. Eso no solo es inmoral, sino que también alimenta más sufrimiento y más odio.
Y, por encima de todo, creo que es urgente permitir la ayuda humanitaria sin trabas. No puede ser que un pueblo entero pague por los actos de unos pocos. La gente común, las familias, los niños… no deberían cargar con el peso de una guerra interminable.