Páginas

21 oct 2008

Vencidos

Él fue a visitar a su abuela, como todas las mañanas de domingo a la residencia donde ella vivía desde hace varios años. Ella no quería vivir con ninguno de sus hijos. Era muy independiente y muy suya. Siempre lo había sido. Decía que no iba a cambiar a sus 82 años por mucho que sus hijos le insistieran en que se fuera a vivir con ellos. Era feliz.

Ella era para él, una referencia, un pozo de sabiduría, su presencia, un lugar donde siempre se le escuchaba sin interrupciones, una persona que siempre le sonreía.

Esa mañana era especial. Había ido a verla para comunicarle una gran noticia: Había decidido presentarse a las oposiciones para entrar en la Academia Militar de Zaragoza. Llevaba tiempo meditando y discutiendo con su padre esa decisión.

A su padre no le gustaba la idea de que su hijo fuese militar. Le decía que estaba bien formado y que consideraba una profesión inútil esa vida. Los buenos profesionales - le decía - no optaban por esa mal llamada carrera militar. Le decía, también, que hiciese lo que hiciese, aunque no le gustara, le apoyaría.

 Le desconcertaba esa frase que siempre le repetía desde siempre y ahora con más motivo: -No te hagas daño nunca a ti, ni hagas daño nunca a los demás.

Él buscaba una aprobación en casa, su madre opinaba igual que su padre, pero haciendo caso a esa libertad recibida, optó por lo que él creía que era su vocación.

Cuando le contó a su abuela la decisión de prepararse las oposiciones para militar, esperó encontrar un gesto de aprobación en ella, máxime cuando le contó que en casa todos estaban en su contra. Sólo encontró una sonrisa.

-Ven aquí, te contaré una historia de nuestra familia - le dijo su abuela.

Entonces le contó que a su padre le había tocado vivir la guerra civil en primera persona. Se había incorporado al bando que le llamaron y que lo hizo por la fuerza. Él no sabía de política, sólo de trabajar, mantener su panadería y atender a su familia en esos difíciles años 30 en España. Le tocó en ese bando porque vivía en esa zona. La afiliación a los sublevados o a los que defendían la legalidad en la mayoría de los casos era en función de donde se encontraba uno en cada momento. En la mayoría de los casos nada tenía que ver la ideología. O por lo menos ése era su caso.

Ella le contó a su nieto que su bisabuelo, su padre, al principio tuvo un destino más o menos cómodo, sin duda debido a su profesión de panadero lo que le hacía la vida más cómoda y no pasaba los rigores de los que estaban en el frente. Él estaba en la retaguardia y en su ciudad, lo que le permitía tener cierta comodidad. Era un privilegiado. Su mayor preocupación era la de dar de comer a su familia por lo que las jornadas se prolongaban durante horas y horas, de la panadería del cuartel a la maltrecha panadería familiar, para al final llevar a su familia un poco de comida a la boca.

Pasaron hambre, recordaba la abuela, pero tenían suerte, su padre estaba todos los días en casa. Todo iba relativamente bien hasta que su trabajo en la panadería del cuartel decidieron que no tenía sentido y lo destinaron a otra unidad.

Su carácter cambió. Al llegar a casa se metía en su habitación y lloraba, vomitaba, lloraba y vomitaba. No quería saber nada de nadie. Cuando se reponía salía a la sala de la casa y estaba triste, a veces se emborrachaba; necesitaba beber para evadirse de la realidad y así poder mirar a su familia a la cara.

Cuando iba al bar y sus amigos hablaban de sus hazañas en el frente, él nunca decía nada. Les mentía sobre su destino, les decía que seguía en la panadería.

 Entonces con lágrimas en los ojos su abuela le contó que el trabajo que hacía su padre, su bisabuelo, en esos meses salvajes de la guerra era el de ejecutar prisioneros en un pelotón de fusilamiento. Le decía a su nieto que nunca juzgara a su bisabuelo, que nunca quiso hacer daño ni a sí mismo ni a los demás. Que era un vencido en el bando de los que querían ganar.

 Le dijo que nunca quiso hacer eso, pero que le obligaron como obligaron a otros a morir en las trincheras. Esa guerra era cruel, como todas las guerras. No querían ganar, querían matar. Le habló de la obediencia debida y le recalcó que nunca juzgara a nadie y sobre todo que nunca hiciera nada malo a nadie.

Él le preguntó que de que bando era su padre, a lo que ella contestó que qué más da el bando del que fuera. Le dijo que en todos los bandos hay vencidos, gente que muere por las causas de otros. Gente que muere por la codicia de otros, por el ansia de poder de otros. Y esto - le reiteró - se repite desde que el hombre es hombre y que jóvenes como él tenían la obligación de cambiarlo.

Entonces entendió el motivo por el que su padre nunca hablaba de la guerra en casa. Hablaba de los unos y de los otros, pero nunca de bandos y mucho menos de nacionales y republicanos.

Ahora entendía la negativa de su padre a que él fuera militar y su "No te hagas daño nunca a ti, ni hagas daño nunca a los demás" Su abuela le dijo que seguro que conocía gente que le hablaba de la guerra, que en su familia había luchado en tal o cual bando. Algunos cargados de ideología, pero que "trabajos" como el de su bisabuelo había en los todos bandos y que por desgracia en cada ciudad había muchos, pero que nadie presumía de tener un familiar que hacía lo que hacía su padre.

-Hijo - le habló su abuela - nunca juzgues a nadie sin conocerle. Mi padre fue un vencido en medio de un ejército que quería vencer.

Él nunca olvidó esa conversación con su abuela y valoró el hecho de que el secreto familiar siguiera vivo como homenaje a su bisabuelo.

Todo en este relato es verdad pero nada es cierto. Forma parte de la historia triste de los pueblos.

Octubre 2008

21 ago 2008

Mi suerte

El otro día acudí a un fantástico concierto de Perrozompopo y de Fulanito de Tal en la Sala Joaquín Roncal de Zaragoza.

Perrozompopo es un cantautor nicaragüense de tremendo éxito en su país. Cuanto más lo escucho, más me gusta. Además es amigo de muchos amigos míos y me consta que es una persona que vive la vida , sus consecuencias y avatares a flor de piel.

Fulanito de Tal, es un proyecto musical que intenta agrupar a músicos de aquí y de allá como le gusta decir al bueno de Pino .

Fue un concierto de dos formaciones fundidas en una.

Ninguna letra de sus canciones está hecha al azar. Todas tienen un sentido. Incluso las que adaptan de otros autores tiene su porqué. Sin duda afortunadamente una rara habis en el espacio musical actual.

Fui al concierto con mi hijo Juan. Nos había invitado Eduardo de Ideay Promotores.

Perrozompopo cantó una canción que mientras la escuchaba me retrotrajo a un sueño que tuve hace meses y que quizás vino a mi mente por conocer a tantas personas, valientes personas, que han dejado su país para poder progresar más o simplemente porque les ha dado la gana.

La canción se llama “Quiero que sepas” y habla de la emigración y sus consecuencias. Bueno, mejor se explica como lo dice él:


“Quiero contarte la dura historia
De lo que pasa cuando vas de norte a sur
Cuando en el bosque salen los lobos
Y como un niño herido queda el alma en soledad” 
 
   

Agosto de 2008    

Quiero que sepas - Perrozompopo
Quiero que sepas cuanto es que pasa
Cuanto es que duele ver caerse mi ciudad
También decirte que también pierdo
La cabeza y no pienso en nada más.
Quiero contarte la dura historia
De lo que pasa cuando vas de norte a sur
Cuando en el bosque salen los lobos
Y como un niño herido queda el alma en soledad
Talvez dormía, talvez robaba,
Talvez cansado de su barrio marginal
También nos dijo que también muere
En el intento de encontrarse en libertad,
Cruza fronteras de norte a sur,
Cruza fronteras de norte a sur,
Cruza fronteras de norte a sur,
Cruza fronteras de norte a sur
Probablemente ya no te importa
Cuanto se diga al final de esta canción
De todas formas quiero que sepas
Cuanto es que duele ver caerse mi ciudad.
Cuando en el bosque salen los lobos
Y como un niño herido queda el alma en soledad
Talvez dormía, talvez robaba,
Talvez cansado de su barrio marginal
También nos dijo que también muere
En el intento de encontrarse en libertad,
Cruza fronteras de norte a sur,
Cruza fronteras de norte a sur,
Cruza fronteras de norte a sur,
Cruza fronteras de norte a sur


























21 mar 2008

Cas Cas

Mi amigo, tenía como apodo el utensilio que se utiliza en el Sahara para hacer el Cus-Cus, comida tradicional saharaui. Algo así como la paella valenciana o el Rosbif inglés: Le llamaban Mohamed Cas Cas.

La primera vez que oí hablar de él fue cuando la organización en la que ejercía de voluntario, el MPDL, trajo por primera vez niños saharauis a Zaragoza. Se recibió una llamada en la sede de un saharaui que se brindaba a ayudarnos para lo que necesitáramos en el quehacer diario con estos niños.

Además, esa llamada se produjo desde Ejea de los Caballeros, lugar donde yo trabajaba en aquella época. Ejea es un pueblo de unos dicisiete mil habitantes y situada a unos 70 kilómetros de Zaragoza. Ese primer año fueron 19 los niños que llegaron a Zaragoza. No hicimos caso a su ofrecimiento. No creo que fuera por desprecio, sencillamente no sabíamos por donde nos daba el aire con el tema de los niños saharauis. Además coincide que ese primer año tuvimos a Mouloud, un muy buen monitor saharaui en el Proyecto vacaciones en Paz, consistente en traer niños saharauis a pasar el verano con familias españolas.
Este proyecto se desarrolla todos los veranos desde la ocupación del Sahara en 1975.

Esto hizo, creo, que la ayuda de Mohamed Cas Cas, no fuera necesaria. Se fueron los niños saharauis, pasó el verano y el ofrecimiento se volvió a repetir. En este caso ya no era para ayudar con los niños saharauis sino para ayudar con todo lo que tuviera que ver con el Sahara Occidental. Así fue como por fin quedé con él en Ejea aprovechando, lo recuerdo perfectamente, una tarde en la que solía haber poco trabajo de lo mío que era el mantenimiento en un central telefónica. Nos encontramos en mis oficinas. Yo estaba solo. Me contó cómo había llegado a Ejea y lo que le sorprendía que la gente no supiera nada del Sahara Occidental. También me comentó que llevaba tiempo ofreciéndose a colaborar con Amigos del Pueblo Saharaui y que ninguna asociación había aceptado su ofrecimiento.

Vino a España a progresar. Tenía a su hijo mediano Abderraman celiaco con una familia de acogida en Andalucía. Él podía hablar con él en español ya que había olvidado prácticamente el hassania, dialecto del árabe que hablan los saharauis, pero no así su madre desde los campamentos de refugiados porque desconocía el idioma.

Saltaron las alarmas, vieron que la comunicación con su hijo era imposible y decidió reagrupar a su familia en España. Este gesto sin duda era muy de Cas Cas: La familia era lo primero.

Vivía con Alí y con el Dioni, Mohamed Duehy. El Dioni, es un apodo que recibía este saharaui grande como un armario, por el extraordinario parecido con el famoso delincuente asaltador de blindados y cuya aventura y captura causó furor en la España de los 90.

El caso es que como decía, vivía en Ejea con el Dioni y el apartida Alí. Más tarde llegaría a España Saba con sus otros dos hijos Brahim y Mahfud. Ambos Mohamed, Cas Cas y el Dioni, eran militares del Ejército del Frente Polisario. Supe a los meses,  que no eran unos militares cualquiera, sino que gozaban de mucho prestigio en el pueblo saharaui tanto por su valor como por su entrega a su causa .

Pasaron los meses y nos fuimos conociendo mejor. Compartí con él muchas tardes de té. Creo que llegamos a ser amigos. Alguna vez íbamos a Ejea a comer los domingos junto con su familia: Saba, su mujer, Abderramán, Brahim y Mahfud el más pequeño. Otros días vinieron ellos a mi casa en Zaragoza.

Él, me contaba que era desactivador de minas del ejército .Tras la invasión marroquí del Sahara en la famosa marcha verde, él no pudo huir con el POLISARIO y se quedó bajo la ocupación marroquí junto con gran parte de su familia. Pasado un tiempo logró escapar dirección Paris y allí se juntó con otros saharauis cuyo destino era ir a Tinduf (donde están los campamentos de refugiados saharauis en el suroeste de Argelia) e incorporarse a las filas del ejército para luchar con las armas contra Marruecos. Al llegar a Tinduf, en vez de mandarlo a la guerra lo mandaron a la ex – Yugoslavia a formarse como desactivador de explosivos. Esa decisión de su ejército le desconcertó pues el lo que quería era irse al frente a luchar por su país. No quería periodos formativos, máxime cuando a otros compañeros les mandaban inmediatamente al frente. Me enseñó vídeos donde él enseñaba a otros militares el muro marroquí y como adentrarse en él desactivando minas y como coger prisioneros de guerra.

Yo le pedía que se recreara contándome historias no tanto bélicas como de su día a día. Me atraía como una persona es capaz de llegar a París y encontrarse con otros saharauis y como todos ellos tomaban la decisión de incorporarse a la guerra. Como era un día en la guerra. Me daba pavor o mejor dicho miedo el hecho ya de vivirla en la retaguardia. Yo dudo que fuera algún día a la guerra por mí país. Este comentario le hacía sonreir y me decía que sí, que si te las ves como se las vieron ellos seguro que lo haría.

A Cas Cas, le parecía extraño mi interés por esos temas. Es la parte de la historia que más me atrae: digamos las historias de la historia. Siempre acabábamos igual nuestras charlas.

Yo siempre le decía: - Mohamed, debes escribir tu historia. No es sólo tuya. No seas egoísta.

Un día, preocupado, quedó conmigo. El Frente Polisario amenazó con intervenir militarmente ante el paso del Paris-Dakar por el Sahara Occidental. Vino a decirme si yo tenía noticias. Estaba esperando una llamada y si ésta se producía lo dejaba todo y se incorporaba a filas. Le pregunté que pasaría con su familia y el me dijo que estaba todo previsto y que hiciera por ayudarles. Me emocionó ese gesto de amistad.

Al final, no sé si afortunadamente, no intervino el Polisario en el rally ante su paso ilegal por el territorio del Sahara Occidental. Más saharauis pensaban que era una buena oportunidad para tensar el proceso mal llamado de paz y muchos como Mohamed, estaban dispuestos a volver a las armas. Sé que muchos acudieron desde el sur de Mauritania a las regiones militares más cercanas dispuestos a retomar las armas en cuanto se lo ordenaran.

Con el tiempo supe que la historia del pueblo saharaui está llena de personajes como Mohamed Cas Cas. Personajes valientes y modestos que pasarán a la historia precisamente por no contarla y que su recuerdo quedará sólo entre los que les conocieron.

Su vida transcurrió con normalidad, sus hijos crecían, su mujer trabajaba, él progresaba. Se mudaron a Huesca donde montó una carnicería musulmana y un locutorio con otro familiar. Le iba realmente bien. Ayudaba a los amigos del Pueblo Saharaui de Huesca y a todo aquel saharaui que pasaba por su casa. Siempre que iba a su casa, había saharauis pasando unos días con su familia.

El caso es que me atraía ese hombre. Me atraía su bonhomía, su entereza, su sonrisa, sus silencios al escuchar mis tonterías de un recién aterrizado en el conflicto del Sahara.

Mohamed murió como nunca nadie pensó que podría morir. Murió por un rayo. Fue a comprar harina para su tienda y allí le sorprendió el fatal accidente. Compartí con muchos saharauis y con su mujer momentos (nunca demasiados) en el hospital hasta que se produjo su muerte.

Saba estaba embarazada de una niña. Hablaba ella con Abderramán y Brahim, sus cabreados hijos, de que su padre era un ejemplo y que podían sentirse orgullosos de él.

Me pena no haber estado en su funeral. No me dejaron ir. La religión tiene esas cosas. Seguro que él como buen religioso me lo hubiera explicado y hubiera intentado convencerme pero yo a día de hoy sigo sin comprender como no puedo asistir a un funeral de un amigo por el hecho de que éste fuera musulmán.

No lo comprendo. Mohamed descansa en su Sahara aunque éste aún no sea libre.

Claouey, agosto de 2008